domingo, 20 de febrero de 2011

Perspectivas del negocio agrícola para 2011

(Especial para NA por Hernán Fernández Martínez*)
Para pensar qué nos deparará el 2011 en la actividad
agrícola, se debe analizar con cierto nivel de detalle cómo
podrían fluctuar los principales factores que inciden en el
resultado del negocio.
   Por ello, se considera el precio y la cantidad, ambas variables
integrantes del Ingreso Bruto de la actividad. En 2011 se
cosechará la campaña 2010-2011 de cultivos de verano de marzo a mayo.
   Respecto a esto, el clima es un factor de incertidumbre. Otros
aspectos determinantes como la utilización de variedades,
híbridos, herbicidas y el manejo de las fechas de siembra
presentan hoy menores riesgos, dado el desarrollo tecnológico
alcanzado por el sector agropecuario argentino.
   A pesar de estar en medio del fenómeno Niña, que corresponde a
temperaturas frías en la superficie del Océano Pacífico
Ecuatorial, lo que usualmente genera precipitaciones
escasas sobre la pampa húmeda, a mediados de enero se registraron
lluvias muy por encima de lo esperado en gran parte de La Pampa
húmeda, entre 80 y 200 milímetros.
   En consecuencia, en la actualidad, el efecto negativo sobre el
rendimiento de maíz no tiene recuperación posible pues el momento
crítico de "floración" tuvo malas condiciones de humedad. Tanto es
así que muchos productores decidieron destinarlo para silo o
alimentación en pie.
   Por otro lado, esta situación genera mejores expectativas de
rendimiento en los cultivos de maíz de siembra tardía (segunda
quincena de noviembre). En el caso de la soja las condiciones
mejoraron notoriamente luego de las precipitaciones de enero, ya
que el período crítico del cultivo es durante febrero.
   Para la campaña 2011/12, cuyos cultivos de invierno se
sembrarán en junio y julio, el pronóstico climático no es claro
todavía, pero se escuchan versiones que anuncian tanto un año
neutral (con precipitaciones promedio) como un nuevo año Niña.
   Al analizar el factor "precio" hay que considerar, en primer
lugar, la relación de oferta y demanda en el contexto mundial.
   Tanto en maíz como en soja, esta relación se encuentra muy
ajustada con stocks escasos en Estados Unidos, una buena
producción esperada en Brasil y un futuro todavía incierto en
Argentina.
   Por otro lado, se observa una demanda creciente de la mano de
China e India sobre la oleaginosa, en poroto y aceite
respectivamente.
   En cuanto al maíz, sigue siendo determinante la incidencia de
la industria del etanol sobre la demanda en Estados Unidos, que
destina el 40 por ciento de la producción para tal fin.
   Es decir que en el mercado internacional, las perspectivas de
precios son muy buenas.
   Se observan ciertas dudas en la situación fiscal de algunos
países de la Unión Europea que en 2011 tienen elecciones (como
Francia e Irlanda), por lo cual sus gobernantes se encuentran en
el dilema de tomar o no medidas necesarias pero que no reportan
beneficios en las urnas de corto plazo.
   Por otro lado, China comenzó a competir con Estados Unidos por
el timón de la economía mundial interviniendo en asuntos
financieros internacionales en los que nunca había tenido gran
injerencia, como la ayuda a Grecia o a Portugal a través de la
compra de bonos soberanos.
   Todos estos factores, que en principio pueden parecer lejanos
al negocio agrícola en Argentina, impactan de lleno sobre el
precio de los commodities que se producen.
   Los derechos de exportación han pasado a segundo plano pues la
cuestión fundamental sigue siendo la intervención oficial que pesa
sobre los Mercados de trigo y de maíz.
   El Gobierno manipula diariamente el comercio internacional de
estos productos al autorizar a cuentagotas la exportación mediante
del otorgamiento de ROEs Verdes (Registro de Operación de
Exportación).
   Esto produce una ausencia de competencia entre los exportadores
y la demanda local (molinos harineros, tambos, polleros, feed lots).
   En consecuencia, las demandas disminuyen y los compradores
locales pagan mucho menos de lo que podrían o deberían en función
del precio internacional de los productos.
   Así es que en la actualidad, en trigo se reciben entre 50 y
60 dólares menos por tonelada de lo que la paridad indica y en
maíz, cerca de 20 dólares menos por tonelada en función del precio
internacional.
   En relación con la microeconomía de la empresa agrícola,
finalmente no se puede dejar de nombrar el efecto "inflación".
Este factor juega sobre los costos en pesos del negocio agrícola
que, si bien no son muchos, son muy gravitantes.
   El principal es el flete, cuyo incremento aumenta los gastos
de comercialización e incide fuertemente sobre el resultado del
negocio.
   Entonces, como el 85 por ciento de la producción agrícola
nacional es transportada en camión, el poder de ese sector resulta
muy grande a la hora de negociar tarifas.
   En conclusión, se puede resumir que aunque las perspectivas
para el negocio agrícola en el escenario global y de mediano plazo
es positivo, hay algunos puntos que habrá que seguir muy de cerca.
   Ellos son: la situación financiera internacional por un lado, y
el incremento de costos por el efecto inflacionario y la
intervención de mercados en el ámbito local por el otro.
   (*)Proyecto Enfoques Económicos –Investigación y Desarrollo
Movimiento CREA.