martes, 15 de febrero de 2011

Un laboratorio de la Argentina que viene

Se puso en marcha el Instituto de Agrobiotecnología Rosario (Indear), una compañía del Grupo Bioceres dedicada a la investigación y desarrollo de soluciones biotecnológicas orientadas a la agroindustria. Estuvo el gobernador Binner y el ministro Barañao, entre otras personalidades. Parecieron verse destellos de la Argentina que necesitamos.

En un contexto urbano degradado, rodeado de construcciones que quedaron en esqueletos invadidos por el moho y el óxido, se alza una obra de un país diferente, de ese que sueñan mentes impelidas por el progreso. Arquitectura funcional, tecnología de punta en los laboratorios y amplios ventanales que hacen dialogar la luminosidad natural con el brillo intelectual de quienes piensan el futuro productivo.

El director científico Alejandro Mentaberry dice que en la experiencia de Indear parecen haberse “puesto en línea los astros” reuniendo a la gestión pública y la iniciativa privada. Y algo de eso parece ser cierto, dando espacio a un prometedor universo para los tiempos que vienen. Los hacedores de este proyecto prometen que en un futuro cercano contará con un plantel de 100 personas, de los cuales 60 serán investigadores.

El Instituto de Agrobiotecnología Rosario (Indear) es una compañía del Grupo Bioceres, dedicado a la investigación y el desarrollo de soluciones biotecnológicas orientadas a la agroindustria. Nació en el año 2004 con la firma de un acuerdo marco con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y se traduce en un moderno edificio que alberga plataformas de pirosecuenciación genómica, bioinformática y transformación vegetal, además de los equipos de Molecular Farming y Molecular Breeding. Estos anglicismos rimbombantes nominan las áreas destinadas al mejoramiento de cultivos para aumentar su productividad y sustentabilidad ambiental y por otro, la producción de enzimas industriales en plantas.

En la inauguración, el presidente de Indear Aimar Dimo hizo referencia a la tradición científica argentina y citó a nuestros tres Nobel: Bernardo Houssay, Luis Federico Leloir y César Milstein, y destacó la impronta que dejó Otto Solbrig, Juan Enriquez y Francesco DiCastri en la realización del proyecto que se inauguraba en Rosario. “Muchos agricultores nos dimos cuenta que se podía producir sin degradar nuestros suelos y Argentina es hoy líder mundial en agricultura de conservación en siembra directa. ¿Podemos pensar en liderar el desarrollo en el campo de la biotecnología?”, se preguntó y acto seguido espetó: “Con la soja nos dimos cuenta que el futuro de la agricultura tendría mucho que ver con la ingeniería genética vegetal, con poder ingresar, sacar, prender y apagar genes”. Dimo trazó el recorrido de la empresa y le adjudicó el rol de sinergizar  esfuerzos, conectando al sector científico con el productivo, al campo con el laboratorio y potenciar la generación de valor de la agroindustria.

El modelo muta
“En Bioceres, primero identificamos proyectos prometedores en los laboratorios de prestigio nacional, después armábamos un plan de negocios en función de los productos a obtener, luego buscábamos inversores interesados y por último constituíamos alianzas público-privadas para avanzar con las tecnologías hacia el mercado. Este modelo de negocios tenía una falencia crítica: la tercerización de los procesos convertía a la inversión en un ejercicio al todo o nada, y en ciencia muchas veces se aprende más de los errores que de los aciertos, y en nuestro caso, con ese modelo de organización no podíamos capitalizar nada de estos errores. Indear surge por esto, y no se trata de que queramos hacer todo el proceso nosotros solos pero estamos convencidos que hay capacidades críticas de las que no podemos prescindir”, relató Aimar Dimo ante un atento auditorio.

En la lista de instancias que hicieron posible el Indear incluyó al Conicet y la activa concurrencia entre las áreas de investigación públicas y la iniciativa privada; justificó la elección de Rosario por ser un polo agroindustrial, dio cuenta del aporte de Biosidus en el proyecto, y desparramó gracias a las autoridades locales, provinciales y nacionales presentes.

“Transitamos la Sociedad del Conocimiento, la ciencia y la tecnología son factores fundamentales en la creación de valores en la nueva sociedad. Cantidad y calidad de alimentos y una mejora en la matriz energética renovable, y ambos ejes se asientan en la preservación de nuestros recursos. Y es por esto que productores agropecuarios invertimos en ciencia, al principio fuimos 23 y ahora somos más de 200 los accionistas y deseamos inspirar a otros a juntar capital e invertir en proyectos como este”, aconsejó y repasó las que, a su modo de ver, son las cuatro herramientas para el desarrollo del sector: “Recursos humanos calificados, capital de riesgo, respeto por la propiedad intelectual, y por último, un sistema regulatorio predecible, ágil y robusto”. A esta altura, el discurso inaugural del presidente de Indear se posó en este último punto y parecía hablarle al ministro Barañao, que escuchaba con atención. “Poco valor tendrá poder desarrollar tecnología si no se la puede comercializar”, y se preguntó: “¿Podrá Argentina ser el primer país en desregular un trigo transgénico? ¿Podrán los genes tolerantes a sequía y salinidad desarrollado por investigadores de la Universidad Nacional del Litoral llegar al mercado y competir con aquellos desarrollados por las potencias de la biotecnología vegetal?”.

Por último, saludó los esfuerzos del Ministerio de Agricultura de la Nación y particularmente de la Oficina de Biotecnología para modernizar el proceso regulatorio y demandó que se pongan los esfuerzos para la naciente área científica, principalmente para aquella destinada a fines industriales. “Debemos transformar las ventajas comparativas que dispone nuestro país en ventajas competitivas. Debemos innovar como hemos hecho en el campo, a través de redes de innovación”, cerró el presidente de Indear.

El socio
En nuestro país, como en todos los de desarrollo medio, la investigación descansa en la iniciativa estatal, y desde hace algunos años parece haber tomado un rumbo que se observa como un antecedente necesario para la conformación de Indear. La ciencia ahora tiene rango de ministerio y su presupuesto se incrementa en cada ejercicio, el programa Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior (Raíces) ha repatriado más de 700 profesionales que se encontraban en el extranjero y numerosas universidades están atentas a introducir recorridos curriculares que actualicen la formación de sus egresados.

“Cuando estábamos llegando acá, alguien de mi equipo dijo que esto parecía un sueño, y la verdad es que es así. Ver estas instalaciones, la cantidad de gente que aquí trabaja y los proyectos que tienen, es una cosa que no se da con frecuencia”, aunque precisó que en estos tiempos existe un contexto que lo pudo hacer posible. Barañao dijo que el problema de la alimentación en el mundo es un tema que se resolverá con producción en el área productiva que no se expande, con agua que deberá tener un uso cada vez más racional, y ello se puede hacer a través de la biotecnología.

“No podemos pensar en producir sólo commodities para que le agreguen valor en el sudeste asiático y el pasivo ambiental queda aquí. Tenemos que pensar en una actividad sostenible. El otro aspecto importante de Indear es que se trata de productores que invierten y esto tiene que ver con un cambio en la matriz productiva en nuestro país, por que cuando solo se realizan actividades extractivas no se requieren inversiones en investigación y desarrollo”, propuso Barañao y alentó que esta experiencia se propague.

El ministro subrayó que este encuentro entre productores y académicos marca un hito, “pues hasta ahora hubo una desconfianza mutua, motorizada por productores que solo tenían como horizonte la rentabilidad, e investigadores que lo único que tenían en mente era obtener prestigio a través de publicaciones internacionales. El diálogo era interpretado como una pérdida de tiempo”.

Barañao atribuyó a un cambio en la responsabilidad social de empresarios e investigadores, que han abandonado sus burbujas. Dijo que el estado debe intervenir para cambiar estas lógicas, “hay que cambiar culturas de investigación, modificar sistemas de evaluación, crear incentivos, aliento fiscal y reconocimiento público a quienes protagonizan estos emprendimientos”.

Al cierre, el ministro justificó la creación de su Ministerio y le adjudicó el rol de promotor de estos encuentros entre actores y propulsor de un nuevo modelo de desarrollo. Hizo un lugar para la tarea que tienen municipios y gobernaciones en estos proyectos, atendiendo demandas de diversos sectores y realizando un seguimiento de los procesos.

El intendente de la ciudad de Rosario Miguel Lifschitz calificó la inauguración de Indear como un hecho histórico por el impacto que tendrá en la región y en el país. Recordó el proceso que dio lugar para que Indear fuera posible, pues “es un proyecto que se articula con otros institutos de investigación científicas y tecnológicas, sumado a empresas que están imbricadas al sector”. Mencionó especialmente a Víctor Trucco por su aporte en la integración público-privada para ciencia y sustentabilidad productiva.

Como cierre de la lista de oradores, Hermes Binner se mostró complacido por lo que caracterizó “como un encuentro trascendente” y recordó que los asertos de Raúl Prebisch que auguraban que cada vez harán falta una mayor cantidad de materias primas para importar desarrollos tecnológicos”, no estaban en lo cierto. “Pasa a ser la agroindustria el sector más dinámico de la economía y es un hecho extraordinario, y nos coloca en un momento ideal”, evaluó.

“Argentina debe ser uno de esos países que incorporan la ciencia y la tecnología para promover el desarrollo” y citó al Invap y a otras oficinas de investigación públicas y privadas como el sendero a seguir.
Al final de su breve discurso, recordó a Víctor Trucco como un infatigable propulsor de lo que en muchos encuentros presentó como un proyecto y que hoy se estaba inaugurando.
Osvaldo Iachetta