Una investigación de la Universidad Estatal de Iowa se tradujo en un acuerdo para las licencias y comercialización internacional de dos vacunas para el langostino que se cultiva en todo el mundo.
Hank Harris, profesor de ciencias animales, comenzó a trabajar con las vacunas para el langostino en el año 2000 y ahora logró un acuerdo con uno de los principales productores acuícolas de Asia. Este acuerdo implica un respaldo para las tareas de investigación y la comercialización de los productos que resulten de ella en toda Asia y en los principales países productores de langostino de América.
En la actualidad, el 70% de la provisión de langostino cultivado del mundo se produce en Asia.
El cultivo de langostino experimentó un crecimiento rápido en los últimos 30 años, según Joel Harris, funcionario de comercialización de Harrisvaccines, la firma de Ames que colabora con el desarrollo de la vacuna.
A pesar del crecimiento, la industria sufrió pérdidas multimillonarias por las enfermedades virales. Las más devastadoras son la enfermedad de la mancha blanca (WSSV) y el virus de la mionecrosis infecciosa (IMNV), que son objetivos del programa de desarrollo de la vacuna de Hank Harris.
Hank Harris trabajó durante 30 años desarrollando vacunas para cerdos y desarrolló recientemente una vacuna para evitar que estos animales contraigan el virus H1N1.
Joel Harris destacó que el trabajo con langostino es diferente en muchos sentidos.
“Como se trata de invertebrados, tienen un sistema inmune totalmente diferente al de los cerdos y de todos los demás animales vertebrados de cría”, explicó Joel Harris.
“En general, se creía que los invertebrados, como el langostino, no eran capaces de adquirir inmunidad, pero descubrimos estrategias para inducir un efecto similar en el langostino.”
La investigación permitió el desarrollo de vacunas efectivas, pero el desafío actual es cómo vacunar a cada animal en forma individual.
“Hay que tener en cuenta que un estaque típico de producción de langostino tiene 500.000 animales en estado post larval, del tamaño de un mosquito, aproximadamente. Será difícil para el productor vacunar a cada animal”, precisó Hank Harris.
“Por el momento, estamos estudiando la aplicación de la vacuna por vía oral, en el pienso, a través de un pellet que puedan consumir o sumergiendo los animales en estado post larval en el agua [con la vacuna]”, indicó.
Con la ayuda del acuerdo nuevo, Hank Harris opina que, en el término de seis meses a un año, podrá desarrollar un método de vacunación y obtener una vacuna viable desde el punto de vista económico, para utilizar en la producción comercial.
Estados Unidos es el principal importador de langostino del mundo, con un mercado valuado en USD 3.000 millones anuales, aproximadamente, según el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos (USDA). Los estadounidenses consumen más de cuatro libras (1,81 kilos) por año y, en 2002, el langostino se convirtió en el producto del mar más popular, desplazando al atún en conserva.
La mayoría del langostino que se consume en Estados Unidos se importa de Tailandia, Indonesia, Vietnam y China.
Fis
Hank Harris, profesor de ciencias animales, comenzó a trabajar con las vacunas para el langostino en el año 2000 y ahora logró un acuerdo con uno de los principales productores acuícolas de Asia. Este acuerdo implica un respaldo para las tareas de investigación y la comercialización de los productos que resulten de ella en toda Asia y en los principales países productores de langostino de América.
En la actualidad, el 70% de la provisión de langostino cultivado del mundo se produce en Asia.
El cultivo de langostino experimentó un crecimiento rápido en los últimos 30 años, según Joel Harris, funcionario de comercialización de Harrisvaccines, la firma de Ames que colabora con el desarrollo de la vacuna.
A pesar del crecimiento, la industria sufrió pérdidas multimillonarias por las enfermedades virales. Las más devastadoras son la enfermedad de la mancha blanca (WSSV) y el virus de la mionecrosis infecciosa (IMNV), que son objetivos del programa de desarrollo de la vacuna de Hank Harris.
Hank Harris trabajó durante 30 años desarrollando vacunas para cerdos y desarrolló recientemente una vacuna para evitar que estos animales contraigan el virus H1N1.
Joel Harris destacó que el trabajo con langostino es diferente en muchos sentidos.
“Como se trata de invertebrados, tienen un sistema inmune totalmente diferente al de los cerdos y de todos los demás animales vertebrados de cría”, explicó Joel Harris.
“En general, se creía que los invertebrados, como el langostino, no eran capaces de adquirir inmunidad, pero descubrimos estrategias para inducir un efecto similar en el langostino.”
La investigación permitió el desarrollo de vacunas efectivas, pero el desafío actual es cómo vacunar a cada animal en forma individual.
“Hay que tener en cuenta que un estaque típico de producción de langostino tiene 500.000 animales en estado post larval, del tamaño de un mosquito, aproximadamente. Será difícil para el productor vacunar a cada animal”, precisó Hank Harris.
“Por el momento, estamos estudiando la aplicación de la vacuna por vía oral, en el pienso, a través de un pellet que puedan consumir o sumergiendo los animales en estado post larval en el agua [con la vacuna]”, indicó.
Con la ayuda del acuerdo nuevo, Hank Harris opina que, en el término de seis meses a un año, podrá desarrollar un método de vacunación y obtener una vacuna viable desde el punto de vista económico, para utilizar en la producción comercial.
Estados Unidos es el principal importador de langostino del mundo, con un mercado valuado en USD 3.000 millones anuales, aproximadamente, según el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos (USDA). Los estadounidenses consumen más de cuatro libras (1,81 kilos) por año y, en 2002, el langostino se convirtió en el producto del mar más popular, desplazando al atún en conserva.
La mayoría del langostino que se consume en Estados Unidos se importa de Tailandia, Indonesia, Vietnam y China.
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