(Especial para NA por Arturo Navarro*)
Si la presidenta de la Nación realmente quiere
mostrar un cambio de actitud con el sector agropecuario, deben
liberar todos los mercados para poder aumentar las producciones y
las exportaciones, al ser la mejor política para atender el
mercado interno.
No alcanza con gestos o cambios de funcionarios. Hay que
cambiar la matriz de la política productiva que impidió que el
país sea un productor y exportador confiable de trigo.
El cambio de las políticas evitará una nueva estafa al
productor como ocurrió los últimos cinco años.
Nunca faltó trigo en el país para el consumo interno y menos
va a faltar ahora con las actuales tecnologías para producirlo en
cantidad y calidad.
Sería un gesto para quienes todavía no vendieron, pero
principalmente, sería un mensaje concreto para proyectar y
potenciar la producción de la nueva campaña 2011-2012.
Es necesario captar los buenos precios internacionales de enero
del 2012, funcionando sin interferencia los mercados de futuro y
que se eliminen definitivamente los derechos a la exportación.
Volver a la sensatez es sembrar nuevamente siete millones de
hectáreas como lo hicimos en 1929, con arado de reja y sembradora
tiradas a caballo usando semillas comunes.
Con las innovaciones actuales, se podría estar cosechando
4000 kilos por hectárea y producir 28 millones de toneladas.
Ante esta hipótesis no se debería continuar con insensatez de
políticas para asegurar 2,4 millones de toneladas de trigo que
se necesitans para hacer el pan de 42 millones de argentinos.
Es solamente el 10 por ciento del potencial de producción que
tenemos.
Los productores trigueros regalaron esta cifra en la
campaña 2010-2011 por la intervención del Estado.
Con estos hechos incontrastables de la realidad, la única
opción para poder potenciar un shock de productividad es liberar
todos los mercados sin ningún tipo de intervención del Estado en
el negocio empresario.
La otra opción es estatizar el comercio de granos, haciéndose
cargo el gobierno y quienes los acompañen, por el estancamiento
que va a provocar en las producciones futuras.
Al mismo tiempo hay que terminar con la idea de que el Estado
tiene que asegurarle la materia prima a la industria molinera.
Esto no ocurre en ningún país exitoso del mundo.
En último caso cada país implementa políticas de estado para
subsidiar a determinados habitantes en forma directa para evitar
todo tipo de corrupción, pero nunca castigando al productor y a
la producción del país limitando las exportaciones.
Es una industria atomizada como cualquiera otra que debe
trabajar a riesgo empresario y actuar en consecuencia de ahora en
adelante.
Hay que terminar con los subsidios a la industria molinera por
medio de los derechos de exportación y las compensaciones al
trigo que usan para abastecer el mercado, porque para lo único
que ha servido es para limitar la producción de trigo del país.
Además, permitió destruir todas las instituciones formadoras de
precio del sector y encarecer el pan de todos los argentinos,
especialmente el que necesita comprar el 30 por ciento de la
población más pobre, a quienes tendrían que haber llegado los
subsidios en forma directa.
En cambio los subsidios quedaron en el camino, agravando la
pobreza por falta de una buena distribución de los recursos, por
falta de transparencia del actual sistema discrecional en el
funcionamiento del ONCCA.
El complejo agroindustrial para crecer y ser parte fundamental
del desarrollo del país, necesita mercados libres, apertura al
mundo y seguridad jurídica para poder hacer las transformaciones
de las materias primas con mano de obra argentina para poder
duplicar nuestros exportaciones para el año 2020.
(*) Consultor. Ex presidente de CRA y CARBAP.
domingo, 12 de diciembre de 2010
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