Se dice que el torrontés es lo más atractivo que ha allegado de la Argentina desde el tango. O al menos desde el malbec. Es una uva y un vino blanco, y algunos dicen que será tan popular en Estados Unidos como el pinot grigio. Quizá sea así algún día. Pero primero lo primero.
¿Usted ha escuchado alguna vez del torrontés? La uva se cultiva prácticamente sólo en la Argentina. Sí, España también tiene una uva llamada torrontés, pero las dos uvas aparentemente no tienen relación entre sí. Se ha demostrado que la argentina genéticamente es un híbrido de la muscat de Alejandría y la criolla o mission .
El linaje del torrontés es interesante por el hecho de que tiene más que un parecido con la gloriosamente fragante muscat. El mejor torrontés es altamente aromático, exuberantemente floral, con un dejo cítrico muy rico. Si pone su nariz en una copa de este vino no sabrá si se debe vender como vino o como perfume.
La Argentina tiene talento para las uvas oscuras. Tomó el malbec, una uva roja olvidada en Bordeaux, Francia, a la que no se presta atención en Cahors y conocida como côt en el valle del Loire, y la convirtió en un fenómeno jugoso, frutal, generador de dinero, identificado sólo con la Argentina. ¿Puede el torrontés convertirse en la contraparte blanca del malbec?
En 2010 la Argentina exportó más de 231.000 cajas de torrontés a los Estados unidos, según Vinos de la Argentina, una cámara empresarial. La cifra parece minúscula comparada con los 3,15 millones de cajas de malbec argentino que Estados Unidos recibió el año pasado. Pero comparada con las meras 29.999 cajas de torrontés exportadas a Estados Unidos en 2004, el crecimiento ha sido llamativo.
Dado el asalto del torrontés, nuestro panel de vinos se sintió obligado recientemente a probar 20 botellas. Podríamos fácilmente haber probado 50, dada la cantidad de vinos que hay. Para la prueba a Florence Fabricant y a mí se nos sumaron Brett Feore, el director de bebidas de Apiary en el East Village, y Carla Rzeszewski, directora de vinos de Breslin y el John Dory Oyster Bar en la calle 29 oeste. Desde el comienzo quedó en claro que el torrontés tiene algunos problemas de identidad. Estos vinos cubren todo el mapa estilístico. Algunos son secos, livianos y frescos, como pinot grigios. Otros son gruesos, pesados y ricos, como chardonnays californianos de uva ultramadura.
Esto puede ser un problema. Todos los géneros de vinos tienen sus desviaciones estilísticas, pero los clientes a menudo pueden entender las señales básicas. El chablis es un chardonnay que uno puede suponer razonablemente que será magro y mineral, sin sabores de roble. Del mismo modo se podría esperar que un chardonnay de California sea más rico y no sorprenderían sabores a roble. Por supuesto que existen las excepciones, a menudo de vinos que existen desde hace suficiente tiempo como para establecer su propia identidad. Pero el torrontés no tiene una identidad clara, al menos no todavía, y el carácter impredecible de lo que hay en las botellas no ayuda.
No importa en qué lugar del espectro ubicamos los vinos, concluimos que su nivel de calidad depende de un componente crucial: acidez. Sean livianos o pesados, si los vinos tienen suficiente acidez resultan vivaces. El resto resulta fláccido, untuoso y desagradable.
Florence tuvo otra cuestión con estos vinos. "Algunos son concentrados, pero terminan con una especie de vacío, aguados", dijo. "Y a menudo el aroma y el gusto no congenian."
¿Entonces qué fue lo que nos gustó? Esos hermosos aromas, o como dijo Brett: "¡Floral, mandarina, muscat, lindo!". Carla encontró un poco amargos algunos de los vinos, cosa que apreció mucho.
Sólo para hacer un poco más complicado al torrontés, resulta que las uvas en la Argentina tienen tres subvariedades: el torrontés riojano, el mejor y más aromático, que proviene de las provincias norteñas de La Rioja y Salta; el menos aromático torrontés sanjuanino, de la provincia de San Juan, al sur de La Rioja, y el mucho menos aromático torrontés mendocino, de la zona de Mendoza, que quizá no esté relacionado para nada con los otros dos.
Aunque no quisiera adivinar qué subvariante se usó en cada vino, encontramos una correlación geográfica. De las 20 botellas que probamos, 11 eran de Salta y otras provincias norteñas, ocho eran de Mendoza y una de San Juan. Pero de las 10 mejores, siete eran del Norte, incluyendo las cuatro mejores. Sólo tres eran de Mendoza y tendían a ser menos aromáticos.
Nuestro N° 1 y el mejor valor, a US$ 15, fue el Cuma de Michel Torino de 2009, del valle de Cafayate, de Salta. Con abundante acidez, el Cuma es fresco y vivaz, lo que hace que sus aromas a mandarina y melón resulten vibrantes en vez de pesados. Lo mismo respecto de nuestro N° 2, el Alamos de Catena de 2009, también salteño, que resultó completamente refrescante con aromas de azar.
MDZ¿Usted ha escuchado alguna vez del torrontés? La uva se cultiva prácticamente sólo en la Argentina. Sí, España también tiene una uva llamada torrontés, pero las dos uvas aparentemente no tienen relación entre sí. Se ha demostrado que la argentina genéticamente es un híbrido de la muscat de Alejandría y la criolla o mission .
El linaje del torrontés es interesante por el hecho de que tiene más que un parecido con la gloriosamente fragante muscat. El mejor torrontés es altamente aromático, exuberantemente floral, con un dejo cítrico muy rico. Si pone su nariz en una copa de este vino no sabrá si se debe vender como vino o como perfume.
La Argentina tiene talento para las uvas oscuras. Tomó el malbec, una uva roja olvidada en Bordeaux, Francia, a la que no se presta atención en Cahors y conocida como côt en el valle del Loire, y la convirtió en un fenómeno jugoso, frutal, generador de dinero, identificado sólo con la Argentina. ¿Puede el torrontés convertirse en la contraparte blanca del malbec?
En 2010 la Argentina exportó más de 231.000 cajas de torrontés a los Estados unidos, según Vinos de la Argentina, una cámara empresarial. La cifra parece minúscula comparada con los 3,15 millones de cajas de malbec argentino que Estados Unidos recibió el año pasado. Pero comparada con las meras 29.999 cajas de torrontés exportadas a Estados Unidos en 2004, el crecimiento ha sido llamativo.
Dado el asalto del torrontés, nuestro panel de vinos se sintió obligado recientemente a probar 20 botellas. Podríamos fácilmente haber probado 50, dada la cantidad de vinos que hay. Para la prueba a Florence Fabricant y a mí se nos sumaron Brett Feore, el director de bebidas de Apiary en el East Village, y Carla Rzeszewski, directora de vinos de Breslin y el John Dory Oyster Bar en la calle 29 oeste. Desde el comienzo quedó en claro que el torrontés tiene algunos problemas de identidad. Estos vinos cubren todo el mapa estilístico. Algunos son secos, livianos y frescos, como pinot grigios. Otros son gruesos, pesados y ricos, como chardonnays californianos de uva ultramadura.
Esto puede ser un problema. Todos los géneros de vinos tienen sus desviaciones estilísticas, pero los clientes a menudo pueden entender las señales básicas. El chablis es un chardonnay que uno puede suponer razonablemente que será magro y mineral, sin sabores de roble. Del mismo modo se podría esperar que un chardonnay de California sea más rico y no sorprenderían sabores a roble. Por supuesto que existen las excepciones, a menudo de vinos que existen desde hace suficiente tiempo como para establecer su propia identidad. Pero el torrontés no tiene una identidad clara, al menos no todavía, y el carácter impredecible de lo que hay en las botellas no ayuda.
No importa en qué lugar del espectro ubicamos los vinos, concluimos que su nivel de calidad depende de un componente crucial: acidez. Sean livianos o pesados, si los vinos tienen suficiente acidez resultan vivaces. El resto resulta fláccido, untuoso y desagradable.
Florence tuvo otra cuestión con estos vinos. "Algunos son concentrados, pero terminan con una especie de vacío, aguados", dijo. "Y a menudo el aroma y el gusto no congenian."
¿Entonces qué fue lo que nos gustó? Esos hermosos aromas, o como dijo Brett: "¡Floral, mandarina, muscat, lindo!". Carla encontró un poco amargos algunos de los vinos, cosa que apreció mucho.
Sólo para hacer un poco más complicado al torrontés, resulta que las uvas en la Argentina tienen tres subvariedades: el torrontés riojano, el mejor y más aromático, que proviene de las provincias norteñas de La Rioja y Salta; el menos aromático torrontés sanjuanino, de la provincia de San Juan, al sur de La Rioja, y el mucho menos aromático torrontés mendocino, de la zona de Mendoza, que quizá no esté relacionado para nada con los otros dos.
Aunque no quisiera adivinar qué subvariante se usó en cada vino, encontramos una correlación geográfica. De las 20 botellas que probamos, 11 eran de Salta y otras provincias norteñas, ocho eran de Mendoza y una de San Juan. Pero de las 10 mejores, siete eran del Norte, incluyendo las cuatro mejores. Sólo tres eran de Mendoza y tendían a ser menos aromáticos.
Nuestro N° 1 y el mejor valor, a US$ 15, fue el Cuma de Michel Torino de 2009, del valle de Cafayate, de Salta. Con abundante acidez, el Cuma es fresco y vivaz, lo que hace que sus aromas a mandarina y melón resulten vibrantes en vez de pesados. Lo mismo respecto de nuestro N° 2, el Alamos de Catena de 2009, también salteño, que resultó completamente refrescante con aromas de azar.