Las alianzas entre la industria alimentaria y las organizaciones de salud pueden amenazar con poner en riesgo los objetivos en el campo de la salud pública, según un editorial del Canadian Medical Association Journal (CMAJ).
Los doctores Paul Hébert y Yoni Freedhoff afirman que los alimentos procesados, que tienen muchas calorías o que son pobres nutricionalmente tienden a ser aquellos que les generan grandes beneficios a sus fabricantes y que van en contra de los lineamientos con respecto a la dietas saludables y a la lucha contra la obesidad que dictan los gobiernos a través de sus políticas públicas.
Según los autores, estas alianzas suelen beneficiar las ventas sin repercutir en el apoyo a la promoción de una alimentación saludable.
El editorial hace referencia a alianzas como la de KFC con la organización estadounidense contra el cáncer de mama Susan G. Komen, la de Cadbury con UNICEF Canadá, la de Coca-Cola con la American Academy of Family Physicians o la de PepsiCo con Save the Children.
En lugar de culpar a las compañías productoras de alimentos cuya meta consiste en producir beneficios económicos, los autores les recomiendan a las organizaciones de salud evitar implicarse en este tipo de campañas promocionales porque sus intentos de recaudación de fondos pueden terminar perjudicando el cumplimiento de sus objetivos.
Los autores señalan que este tipo de alianzas que incluyen acciones conjuntas de lobbying pueden terminar siendo instrumentos al servicio de los intereses corporativos de la industria.
De acuerdo con los autores, las alianzas en cuestión pueden contribuir a ocultar las razones que motivan problemas como la obesidad al no hacer referencia al rol que juegan la actividad física o el control del consumo de calorías en la prevención de esta enfermedad.
Estas alianzas con actores de la industria alimentaria pueden llevar a las organizaciones de salud a perder la perspectiva con respecto a su misión, a sus objetivos y al origen de los problemas que deben combatir.
C.D.Los doctores Paul Hébert y Yoni Freedhoff afirman que los alimentos procesados, que tienen muchas calorías o que son pobres nutricionalmente tienden a ser aquellos que les generan grandes beneficios a sus fabricantes y que van en contra de los lineamientos con respecto a la dietas saludables y a la lucha contra la obesidad que dictan los gobiernos a través de sus políticas públicas.
Según los autores, estas alianzas suelen beneficiar las ventas sin repercutir en el apoyo a la promoción de una alimentación saludable.
El editorial hace referencia a alianzas como la de KFC con la organización estadounidense contra el cáncer de mama Susan G. Komen, la de Cadbury con UNICEF Canadá, la de Coca-Cola con la American Academy of Family Physicians o la de PepsiCo con Save the Children.
En lugar de culpar a las compañías productoras de alimentos cuya meta consiste en producir beneficios económicos, los autores les recomiendan a las organizaciones de salud evitar implicarse en este tipo de campañas promocionales porque sus intentos de recaudación de fondos pueden terminar perjudicando el cumplimiento de sus objetivos.
Los autores señalan que este tipo de alianzas que incluyen acciones conjuntas de lobbying pueden terminar siendo instrumentos al servicio de los intereses corporativos de la industria.
De acuerdo con los autores, las alianzas en cuestión pueden contribuir a ocultar las razones que motivan problemas como la obesidad al no hacer referencia al rol que juegan la actividad física o el control del consumo de calorías en la prevención de esta enfermedad.
Estas alianzas con actores de la industria alimentaria pueden llevar a las organizaciones de salud a perder la perspectiva con respecto a su misión, a sus objetivos y al origen de los problemas que deben combatir.
