“Las raíces de estas gramíneas contribuyen a regenerar la estructura del suelo y su distribución uniforme en el perfil genera grietas y canales que incrementan la velocidad de infiltración de agua”, señaló el técnico Horacio Forján.
Trigo pan, trigo candeal, cebada, avena y centeno: la importancia de estos cereales de invierno sobre el sistema de producción es, desde el punto de vista técnico, fundamental. En palabras del especialista del INTA Horacio Forján de la Chacra Integrada Barrow –Buenos Aires–, estos “promueven el mantenimiento de las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo”.
La cantidad y calidad del rastrojo aportado al suelo está ligada al tipo de cultivo. La alta relación carbono-nitrógeno que contienen los rastrojos de estos cereales determina una descomposición lenta que favorece la formación de materia orgánica estabilizada en el suelo.
“Las raíces de estas gramíneas contribuyen a regenerar la estructura del suelo, sobre todo en los primeros 40-60 centímetros de profundidad y su distribución uniforme en el perfil genera grietas y canales que incrementan la velocidad de infiltración de agua y la capacidad de almacenaje en el suelo”, señaló Forján.
En esa línea, el técnico indicó que la mejora en la porosidad superficial del suelo “facilita el desarrollo de las raíces de los próximos cultivos que seguirán en la secuencia” en rotaciones.
Por su parte, Lucrecia Manso, especialista en manejo de suelos, destacó el rol de las rotaciones en los sistemas productivos. “Más allá de mantener las propiedades físicas y químicas del suelo, permite obtener una productividad estable en el tiempo: cortan ciclos de malezas, plagas y enfermedades, disminuyen riesgos climáticos y de mercado”.
El aporte de residuos vegetales es uno de los factores que influyen sobre el balance de la materia orgánica del suelo. Las características del trigo y de los otros cereales de invierno –distribución del peso de la materia seca entre sus distintos órganos y distancia entre hileras– facilitan una distribución uniforme de ese residuo sobre el suelo.
El trigo se caracteriza por su estabilidad de rendimiento y seguridad de cosecha, en relación a otros cultivos de la región pampeana, por lo que “resulta necesario mantener una fuerte presencia de esta y otras gramíneas de invierno en las secuencias de cultivos, más aún en aquellos ambientes que son limitantes para la producción de maíz o sorgo”, destacó Forján.
“Un esquema productivo basado en cultivos como soja y girasol –que por las características de sus rastrojos dejan una baja reposición de carbono– pueden afectar la sustentabilidad del sistema de producción”, subrayó Manso, quién también puntualizó la importancia de aplicar prácticas de manejo que recuperen el potencial productivo y permitan avanzar con una visión integral que resulte saludable para el sistema de producción.
Más información:
Horacio Forján – hforjan@correo.inta.gov.ar
Trigo pan, trigo candeal, cebada, avena y centeno: la importancia de estos cereales de invierno sobre el sistema de producción es, desde el punto de vista técnico, fundamental. En palabras del especialista del INTA Horacio Forján de la Chacra Integrada Barrow –Buenos Aires–, estos “promueven el mantenimiento de las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo”.
La cantidad y calidad del rastrojo aportado al suelo está ligada al tipo de cultivo. La alta relación carbono-nitrógeno que contienen los rastrojos de estos cereales determina una descomposición lenta que favorece la formación de materia orgánica estabilizada en el suelo.
“Las raíces de estas gramíneas contribuyen a regenerar la estructura del suelo, sobre todo en los primeros 40-60 centímetros de profundidad y su distribución uniforme en el perfil genera grietas y canales que incrementan la velocidad de infiltración de agua y la capacidad de almacenaje en el suelo”, señaló Forján.
En esa línea, el técnico indicó que la mejora en la porosidad superficial del suelo “facilita el desarrollo de las raíces de los próximos cultivos que seguirán en la secuencia” en rotaciones.
Por su parte, Lucrecia Manso, especialista en manejo de suelos, destacó el rol de las rotaciones en los sistemas productivos. “Más allá de mantener las propiedades físicas y químicas del suelo, permite obtener una productividad estable en el tiempo: cortan ciclos de malezas, plagas y enfermedades, disminuyen riesgos climáticos y de mercado”.
El aporte de residuos vegetales es uno de los factores que influyen sobre el balance de la materia orgánica del suelo. Las características del trigo y de los otros cereales de invierno –distribución del peso de la materia seca entre sus distintos órganos y distancia entre hileras– facilitan una distribución uniforme de ese residuo sobre el suelo.
El trigo se caracteriza por su estabilidad de rendimiento y seguridad de cosecha, en relación a otros cultivos de la región pampeana, por lo que “resulta necesario mantener una fuerte presencia de esta y otras gramíneas de invierno en las secuencias de cultivos, más aún en aquellos ambientes que son limitantes para la producción de maíz o sorgo”, destacó Forján.
“Un esquema productivo basado en cultivos como soja y girasol –que por las características de sus rastrojos dejan una baja reposición de carbono– pueden afectar la sustentabilidad del sistema de producción”, subrayó Manso, quién también puntualizó la importancia de aplicar prácticas de manejo que recuperen el potencial productivo y permitan avanzar con una visión integral que resulte saludable para el sistema de producción.
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Horacio Forján – hforjan@correo.inta.gov.ar